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Diciembre 2013
Edición No. 298
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Mis sexenios (67)

 

José Guadalupe Robledo Guerrero.

Tercera y última etapa del sexenio montemayorista

Ya encaminados, y antes de que termine en nuestros recuerdos el sexenio montemayorista, seguiré remembrando algunas anécdotas “políticas” de las que fui testigo en los últimos meses de aquel periodo gubernamental, las que sucedieron antes y después de las campañas políticas para gobernador y alcaldes, y que -como lo dije anteriormente- reflejan fielmente los pequeños intereses y la abyección de personajes de todos los sectores sociales coahuilenses, es decir la praxis sin disfraz de la política aldeana que se hizo, se hace y se sigue haciendo en Coahuila.

Van pues las anécdotas: Cuando comenzaron las campañas políticas, el asesor de Montemayor, Jorge Masso Masso, me invitó a una cena que daba en apoyo de Óscar Pimentel González, candidato del PRI a Alcalde de Saltillo, quien era el bueno para ganar, pues lo apoyaba el gobernador saliente y el entrante. No podía ser de otra forma, de lo contrario Jorge Masso no le hubiera organizado la cena de apoyo. Masso Masso sólo apoyaba a quien iba a ganar.

Desde que comencé a criticar la corrupción del gobierno montemayorista Jorge Masso ya no me invitó a los eventos que hacía para Montemayor, pero con Óscar Pimentel la cosa era diferente, en ese tiempo yo llevaba una buena relación con el festejado, y Masso Masso ya tenía un plan.

Acepté la invitación y en aquella ocasión Jorge Masso me acomodaría en una mesa donde estaban dos conocidos míos: los esposos Ismael “Lito” Ramos y María Esther (Teté) Flores. La cena fue larga para mi, pues Lito Ramos se pasó toda la noche hablando en contra del festejado, el candidato priista a la alcaldía saltillense.

Lito, personaje conocido y conocedor de Saltillo, repetía todo lo que decían los enemigos de Pimentel relacionados con el político del Grupo In- dustrial Saltillo, Javier López del Bosque, sobre todo aquello de que Óscar Pimentel era ¡comunista!, porque -según ellos- había apoyado la huelga de Cinsa-Cifunsa en 1974, 25 años atrás.

A Lito Ramos le expliqué lo mismo que alguna vez le dije a Javier López del Bosque: el Rector de la UAC Melchor de los Santos, durante la huelga obrera, había nombrado a Óscar Pimentel como representante de la Universidad ante el sindicato de Cinsa-Cifunsa para evitar que yo fuera el representante, pues Melchor creía que a mi me interesaba el burocrático cargo, que serviría nada más para llenar el requisito y canalizar los pocos recursos materiales con que la UAC apoyó el movimiento huelguístico: hojas para volantes, pintura, y otros insumos para la publicidad de la huelga de los trabajadores saltillenses.

ismael ramosPero Lito, igual que Javier López, no quiso entender y siguió con su perorata en contra del futuro Alcalde. Seguramente la animadversión de Lito Ramos, Senior, contra Pimentel González se debía a que creía que una vez llegando a la Alcaldía saltillense, Óscar despediría a su hijo Ismael quien llevaba trabajando en la Presidencia Municipal desde que “El Cabal” Carlos de la Peña Ramos, fue Alcalde, es decir desde 1985.

Lo cierto, es que la campaña negativa en contra de Óscar Pimentel terminó cuando éste se echó a los brazos de Javier López del Bosque, y decidió mantener como Director de Egresos a Lito Ramos, junior, cuyo cargo había ocupado con el priista Miguel Arizpe y luego con el panista Manuel López Villarreal. Después Humberto Moreira le daría cargos municipales de primer nivel: tesorero y luego alcalde interino. El arribista de Lito Ramos junior, se ha destacado en la estructura gubernamental como tapadera, cómplice y maquillador de las cuentas oficiales, igual que otro de sus semejantes, su cuñado Jesús Ochoa Galindo.

Días después de aquella cena de apoyo a Pimentel salió el peine, Jorge Masso me habló para pedirme un favor, pues según él, “no tengo la suficiente confianza para solicitárselo, pero tú eres su amigo”. Masso Masso me pidió que le solicitara a Óscar Pimentel la dirección de Desarrollo Social del municipio saltillense para su nieto Jericó Abramo Masso.

A mi me extrañó que Masso me pidiera ese favor, pues él era Asesor de Rogelio Montemayor, pero luego entendí que en política no se puede conseguir todo: asesorías, negocios, renta de edificios, venta de terrenos y además puestos para su familiares. Por otro lado, no sería Montemayor el que decidiría ese tipo de peticiones, sino el próximo gobernador, es decir EMM.

No tuve inconveniente en hacerle el favor a Masso, con la condición de que Jericó me acompañara a un desayuno con Pimentel donde le solicitaríamos el puesto. Pimentel no se negó, allí me dijo que Jericó sería su director de Desarrollo Social, que no es otro que el Santa Cláus del municipio, quien instrumenta los Programas Sociales, el que reparte las dádivas a los sectores pobres: despensas, tinacos, cemento, pintura, etc.

Terminando el desayuno, muy contento Jericó agradeció mi intervención y Jorge Masso hizo lo mismo. Pero días después, Óscar Pimentel habló conmigo para decirme que Enrique Martínez ya le había mandado alguien para que ocupara ese cargo, “Tú sabes que esto es así, el próximo gobernador tiene la mano, no en éste sino en todos los cargos municipales. Ojalá que don Jorge comprenda la situación y dile que a cambio integraré a Jericó a mi gobierno como Regidor”.

Para empezar, yo conocía la opinión que Masso Masso tenía sobre los Regidores, en ese tiempo eran chambas de consolación, pero además sabía que los regidores no eran más que empleados de segunda del Alcalde en turno, los que levantan la mano para aprobar lo que les ordenaba “El Jefe”. Pero aún así, le di la noticia a Jorge Masso, quien reaccionó como yo esperaba.

Masso creía que Regidor era muy poca cosa para su nieto. “Regidor ni del cabildo de Dios” me dijo en aquella ocasión. Mi respuesta fue: -pienselo, luego me dice para darle la respuesta a Pimentel. No recuerdo si horas o días después, Masso me habló para decirme que siempre si aceptaba la Regiduría para Jericó, le informé de la respuesta a Óscar Pimentel, y hasta allí fue mi intervención. A mi tampoco me gusta ser intermediario... ni de Dios.

Lo cierto es que mientras ganaba y tomaba posesión de la Alcaldía, las veces que Pimentel quería dialogar conmigo o me invitaba a algún evento, enviaba a Jericó por mi. Desde el principio, Abramo Masso no tuvo empacho en realizar cualquier tarea que le ordenaba su patrón, pues estaba decidido a trepar los peldaños del poder sin ningún remilgo.

En una ocasión que platiqué con Pimentel antes de que tomará posesión como Alcalde, me confío que se había entrevistado con Javier López del Bosque y que me había mencionado. “No sabía que te tiene bien ubicado, me dijo, y aquí entre nos se sinceró conmigo, diciendome que no confiaba en mi por la relación tan estrecha que tengo contigo, pero le dije que no había tal cercanía, por eso tenemos que vernos discretamente”.

Aunque no me lo dijo, Pimentel había negociado con Javier López del Bosque no sólo la relación respetuosa que tenía conmigo, sino muchas otras cosas más a cambio del apoyo, o mejor dicho de frenar el rumor empresarial sobre su comunis- mo guadalupano. Posteriormente, ya como Alcalde, Pimentel sería afín a los empresarios.

Por su parte, Jericó también se mostraría tal cual es. Meses después ya siendo Alcalde Pimentel y Regidor Jericó, cuando las críticas sobre la corrupción del Presidente Municipal de Saltillo se habían hecho constantes en El Periódico de Saltillo, me encontré a Jericó Abramo Masso en la puerta del edificio donde tenía mi oficina. Seguramente me estaba esperando, pero cuando se lo pregunté me dijo que sólo pasaba por el lugar.

De todos modos lo invité a pasar a mi oficina, pero declinó la invitación, arguyendo que llevaba prisa, pero según él aprovecharía la oportunidad para hacerme una pregunta que le inquietaba: “Señor Robledo, ¿Por qué ataca a mi amigo el Alcalde? Seguramente no pude disimular la molestia que me causó la mal planteada pregunta del ignorante, cuanto ingrato junior, y antes de mandarlo a la chingada le aclaré algunos conceptos.

Para empezar, le dije que no eran ataques los que le hacíamos a su “amigo” el Alcalde, sino críticas por su corrupción y deshonestidad. No recuerdo qué más le dije, pero terminé dándole un consejo: No te metas en pleitos de grandes.

Meses después buscaría a Jericó para preguntarle sobre la privatización de Simas Saltillo que Óscar Pimentel y su abyecto cabildo habían realizado con la anuencia del gobernador Enrique Martínez, pero Abramo Masso jurando que decía la verdad me respondió que tampoco él conocía el contrato que el Alcalde y el gobernador habían hecho con la empresa española Aguas de Barcelona y su filial en Saltillo: Agsal.

Entonces, le dije que si no conocía el contrato, cómo había levantado la mano para aprobar dicha operación. La respuesta de Jericó fue guardar silencio, el mismo que guardó cuando como gobernador Humberto Moreira destituyó a su “amigo” Óscar Pimentel que se desempeñaba como Secretario de Gobierno, echándolo del gabinete humbertista por la puerta trasera. Con esos “amigos”...

El día de las elecciones, el 26 de septiembre de 1999, Jorge Masso me invitó a una selecta reunión en su restaurante “El Pecos”, en donde nos dimos cita no más de diez invitados, entre ellos: Javier Cabello Siller, Mario Eulalio Gutiérrez, José María Fraustro Siller, quien se hizo acompañar por su séquito de empleados universitarios: Jesús Ochoa Galindo, Armando Sánchez Quintanilla y “El Negro” Mario Alberto Ochoa Rivera. También se daría cita Marcos Espinoza Flores, a quien todos los invitados le sacaron la vuelta y se fue a refugiar a un lado mío, razón por la que Jorge Masso me llamó discretamente para decirme: “Tén mucho cuidado con Marcos”. Yo sólo le dije: Es su invitado, no mío”.jerico abramo masso

En esa reunión Enrique Martínez escuchó los resultado preliminares de las elecciones, los cuales le daban el triunfo. Allí también, Mario Eulalio Gutiérrez le dijo a su “compadre” Enrique Martínez que por él no se preocupara, que nombrara en los cargos a quien quisiera, a fin de cuentas él era de los de adentro. Efectivamente Mario Eulalio no tuvo puesto en el sexenio de EMM, pero si negocios.

También los resultados de las elecciones del 26 de septiembre le darían la victoria a Óscar Pimentel González que se convertiría en Alcalde electo. Para ese momento, ya destacaba en el mundillo político Francisco Niebla Guevara como el intrigoso de Palacio, aquel que nunca falta en cada gobierno, el que hace los trabajos sucios de chismorreo, intriga y difamación en contra de los “enemigos” del gobernador.

Para entonces, Francisco Niebla ocupaba su tiempo en intrigar lo mismo a Francisco Navarro Montengro que a Mario Eulalio Gutiérrez, chismorreaba en contra de Óscar Pimentel, de Rogelio Montemayor y de Jesús Contreras Pacheco. Niebla Guevara creía que sería el “super asesor” de EMM, el poderoso del sexenio enriquista, pero sus malquerientes afirman que le faltó capacidad para convertirse en el Rodrigo Sarmiento Valtier del enriquismo.

Por su parte, Jesús Contreras Pacheco le decía a todo aquel que lo quería oir, que le molestaría mucho recibir órdenes de un muchachito nacido en pañales de seda (refiriéndose a EMM).

Lo cierto es que el evidente enfrentamiento entre Enrique Martínez y el Alcalde de Matamoros se había originado desde la elección interna del candidato priista, pues Contreras Pacheco apoyó al candidato montemayorista: Jesús María Ramón. El pleito se agudizó durante la campaña por la gubernatura, principalmente por la selección del candidato del PRI a la Presidencia Municipal de Matamoros, debido a que Jesús Contreras respaldó a un precandidato para que lo sustituyera en el cargo, y EMM apoyó a otro.

Pero el conflicto no se resolvió mediante el enfrentamiento político como muchos lo deseaban, tampoco se le permitió a Contreras Pacheco salirse con la suya. La decisión concertada fue que el “cacique” abandonara Coahuila. Contreras Pacheco emigró al Distrito Federal. Su autoexilio tuvo que ver con aquello de que “enemigo que huye, puente de plata”.

Para este momento, el director del Simas Saltillo, Francisco Monteverde Zubirán, y su patrón Manuel López Villarreal ya habían logrado arruinar a la paraestatal, para que Óscar Pimentel y Enrique Martínez justificaran la entrega del agua de los saltillenses a la empresa española Aguas de Barcelona, a traves de su filial Agsal.

Para principios de diciembre de 1999, Eloy Dewey Castilla, incuestionable amigo de EMM, declinó hacerse cargo de la Secretaría de Finanzas, precisamente el día en que debía tomar posesión. Para frenar la especulación, Eloy dio a conocer por medio de una carta abierta los motivos de la declinación. Según él, no había aceptado el cargo porque no le habían entregado las conciliaciones bancarias y otros documentos semejantes, pero hubo quienes aseguraron que Dewey Castilla había declinado hacerse cargo de Finanzas, debido al mugrero que había encontrado en esa dependencia. Lo cierto era que el acuerdo político entre Enrique Martínez y Rogelio Montemayor de “borrón y cuenta nueva”, imposibilitaba la investigación sobre las raterías de Montemayor y su pandilla. Según los enterados, el acuerdo entre EMM y RMS, se pactó a cambio del pago de la campaña de Enrique Martínez.

El 30 de noviembre de 1999, que fue el último día del sexenio montemayorista, Jorge Masso me invitó a una cena de despedida para Rogelio Montemayor. Me disculpe para no ir, pero Masso insistió mucho y decidí ir para ver por qué la insistencia.

Llegué a la cita deliberadamente tarde, en las primeras horas de la noche, y encontré muy alegres a Rogelio Montemayor y a Óscar Pimentel, y como si nunca hubiera sucedido nada entre nosotros, ambos me recibieron muy fraternos y por alguna razón que no comprendí, me pasearon toda la noche por el lugar. Para ese momento, Montemayor tenía futuro en la política nacional, se decía que Francisco Labastida sería el candidato del PRI a la Presidencia de la República y Montemayor le coordinaría la campaña, pero esa es otra historia...

(Continuará).
Primera etapa del sexenio enriquista...

 
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